Después de meses mirando a China, el tejido productivo pone ahora sus ojos en Ucrania. La crisis desatada en el este de Europa ha teñido de rojo los mercados y ha puesto en jaque más de 600 millones anuales en inversiones españolas. Pero también está reavivando uno de los problemas más acuciantes de las empresas españolas:la escasez de materias primas.
La inestabilidad del gas ha hecho saltar todas las alarmas. Pero la realidad es que esta no es la única materia prima que importa España de estos países. Productos como el aluminio o incluso el trigo también son sensibles a la crisis. El miedo a que Rusia traspase las líneas rojas ha tensionado los mercados y ha vuelto a quebrar las previsiones de estabilización en las industrias, que esperaban estar en niveles prepandemia a mediados de año.
«Todo conflicto con riesgo geopolítico genera inestabilidad, que deriva en una acaparación de recursos que lleva a la multiplicación directa de precios. No solo en el caso de metales y energías, sino también con alimentos como el cereal –Ucrania es uno de los mayores productores de trigo–; a seis meses o un año se está multiplicando, y con ello los precios por dos o por tres», explica el experto en relaciones internacionales y profesor de ESIC, Andrés Gómez Funes. Es decir, que la inseguridad que generan estos conflictos lleva a las empresas a acaparar productos «para poder tener materia prima con la que trabajar en el caso de que se rompan las cadenas de suministro».
«Los precios del aluminio superaron los 3.100 dólares (2.820 euros) por tonelada esta semana, generando un nuevo máximo desde octubre de 2021 en medio de la caída de los inventarios y las expectativas de grandes déficits», explica el analista de IG Sergio Ávila. En su opinión, «las tensiones geopolíticas hacen que suban los precios de la energía debido a posibles cortes de suministros», lo que se traduce en un aumento de los costes productivos. «En el contexto de los niveles de inventario más ajustados en décadas y la baja capacidad sobrante, este conflicto presiona al alza el precio de las materias primas y la energía», explicaba en un reciente informe el banco de inversión Goldman Sachs.
El economista jefe para España de BBVA Research, Miguel Cardoso, prevé que las tensiones en Ucrania generen un «impacto generalizado a corto plazo» en las materias primas. «El aumento en el precio de la generación de electricidad incrementará los costes de las empresas. Las que producen materias primas lo sentirían particularmente, ya que sus procesos son normalmente intensivos en el uso de energía. Mientras se mantenga la recuperación como consecuencia de la mayor movilidad y la reducción de las restricciones en los próximos meses, las empresas podrán trasladar este incremento a precios», opina el experto de BBVA Research.
Corte de suministros
Gómez Funes apunta asimismo a «una derivación de nuevos modelos de guerra no tradicionales» como pueden ser posibles los cortes de suministros. Países como Rusia tienen una gran influencia en la marcha de los precios del petróleo y gas, como gran exportador de ambas materias primas, y cortar el grifo podría perpetuar la crisis energética y de suministros. «Y aunque se puedan estar buscando alternativas como los envíos por barco desde Estados Unidos esto tiene una influencia directa en los precios de la energía y en la inflación», añade. Algo que puede incidir a corto plazo «en que se mantengan o superen los niveles de inflación a lo largo de este año y rompan todas las previsiones del Gobierno», concluye el profesor de ESIC.
Ojo avizor ante posibles daños colaterales se encuentra ya la industria española. El sector es, con mucha probabilidad, el que más está sufriendo la crisis energética y de materias primas. De hecho, esta misma semana se ha conocido el índice de precios industriales de diciembre del INE, que ilustraba un (otro más) nuevo máximo histórico: registró una subida interanual del 35,9%, la mayor desde el comienzo de esta serie, que data de 1976. Una subida achacada directamente a los aumentos de costes de producción por el precio de la electricidad, el petróleo y el gas, pero también por el valor de las importaciones del resto de materias primas, víctimas de la ‘tormenta perfecta’ por el exceso de demanda mundial y el cuello de botella en el transporte marítimo, con la reactivación de la economía el año pasado. Por si eso fuera poco, esta misma semana, el Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España advirtió en un informe de que esta crisis se podría extender ahora hasta finales de año.
Una crisis similar atraviesa la construcción. Las tensiones vividas en los últimos días están pasando factura a un sector que ya sufrió el año pasado la escasez de materias primas. Según la Confederación Nacional de la Construcción (CNC), la energía ha subido un 38% en el último trimestre, la madera más de un 125% y la piedra y el cobre un 70%. La propia CNC reconocía hace unos días que miraba con una gran incertidumbre a Ucrania. «Una decisión política que implique cortes de gas encarece los costes, y productos como las tejas, los ladrillos y las cerámicas suben. Pero no solo va a afectar en los costes», explicaba el presidente de la organización, Pedro Fernández Alén.
Pérdida de empleo y recorte de inversiones
Ante un posible recrudecimiento de la coyuntura, la industria se muestra todavía cauta y cree que es temprano para saber la consecuencias. «Las empresas industriales están a la expectativa de lo que pueda suceder. La repercusión será distinta si al final las tensiones acaban con la imposición de sanciones comerciales, o bien conducen a un conflicto bélico. Tampoco sabemos el tiempo que puede durar estas tensiones, si se resolverá en unos días o bien iniciamos un periodo más largo de conflictos» opina el director general de la Asociación Española de las Empresas Industriales Internacionalizadas (Amec), Joan Tristany.
Cardoso también incide en las dudas que arroja la situación actual. «Si se vuelve algo permanente o se produce un conflicto sostenido, el efecto será negativo y las empresas empezarán un proceso de reducción de costes para compensar el alza en la energía. Esto llevaría a pérdida de empleo y cancelación de inversiones»