Cómo ahorrar en la calefacción ahora que llega el frío: la geotermia y la biomasa como claves

El precio de la luz en el mercado mayorista no da tregua. Esta semana, en los tramos horarios más caros, ha llegado a superar los 221 euros el megavatio hora. El precio del gas natural tampoco lo regalan: se ha multiplicado por cinco desde agosto del año pasado. El final del otoño y, sobre todo, el invierno se presentan difíciles. La calefacción va a suponer un gasto importante y, en el caso de algunas familias, inasumible. Porque en España la calefacción representa el 47% del consumo de energía de un hogar. Y para un edificio en bloque, con calefacción colectiva, supone cerca de un 33%, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).

Hasta aquí la mala noticia. La buena es que hay otras formas de calefacción más eficientes y que, por tanto, suponen ahorros considerables en la factura energética. La de mayor potencial es la geotérmica. La climatización con intercambio geotérmico es la mejor técnica disponible para la generación de calefacción, refrigeración y agua caliente sanitaria en todo tipo de edificios (residencial, terciario e industrial), de acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Algo que conocen bien en países como Alemania, Austria, Suiza, Suecia, Francia y EE UU, donde el aprovechamiento de esta energía se realiza desde hace más de 40 años.

“Es el sistema que más energía térmica aporta a calefacción en relación con su consumo. Por cada kilovatio hora que consuma aporta cinco kilovatios de energía térmica a la casa. Esos cuatro kilovatios renovables los capta de la tierra”, señala Miguel Madero, director general de Girod Geotermia. Y este es su gran valor: es inagotable y está disponible en cualquier lugar del planeta. Lleva calor, y también frío y agua caliente sanitaria, a las casas porque aprovecha la temperatura constante que hay bajo la superficie de la tierra. Así, los ahorros energéticos que genera van del 50% al 80%. Además, es el único sistema que produce calor y frío simultáneo, lo que permite que en un edificio se estén enfriando los pisos al tiempo que se calienta la piscina o el agua sanitaria. Y el consumo eléctrico que tienen estos sistemas por el uso de la bomba de calor se puede reducir o eliminar. Es posible “si combinamos la geotermia con un sistema de autoconsumo fotovoltaico, cerrando el círculo y siendo 100% autosuficientes y renovables”, comentan en Energanova.

“La energía geotérmica somera o de muy baja temperatura (entalpía) está disponible las 24 horas del día y los 365 días del año. El terreno se mantiene a una temperatura estable, en la mayor parte de la Península entre 14 y 20 grados centígrados, independientemente de la estación del año o de las condiciones meteorológicas”, dice Margarita de Gregorio, coordinadora de la Plataforma Española de Biomasa (Bioplat) y de Geotermia (Geoplat).

El sistema está basado en un intercambiador geotérmico (localizado en el subsuelo) conectado a una bomba de calor (de apariencia similar a un frigorífico y se coloca en la sala de calderas del edificio). “Los intercambiadores geotérmicos captan la energía del subsuelo a una temperatura relativamente baja y mediante el uso de una bomba de calor se incrementa la temperatura hasta el nivel requerido. En verano el proceso se invierte inyectando en la tierra el calor procedente de la refrigeración”, explica De Gregorio. Los intercambiadores son tuberías que “deben introducirse perforando el suelo a una profundidad de entre 80 y 140 metros, en función de la potencia instalada y conductividad del terreno”, explica Madero. Las perforaciones más comunes son las verticales, ya que las horizontales requerirían de mucho más espacio. Se hacen bajo el edificio o las áreas comunes de la urbanización y se pueden instalar tanto en obra nueva como en rehabilitación. Eso sí, este sistema no es apto para edificios ya construidos en los que no hay espacio para perforar.

A pesar de las ventajas ambientales y económicas de este tipo de calefacción, cuya opción más recomendable es que funcione con suelo radiante o fancoils, se calcula que en España apenas existen alrededor de 4.000 instalaciones. “Sigue siendo el desconocido en el mix de sistemas de climatización para las casas. Poco a poco va creciendo, en torno a un 10% anual, y la gente lo pide, pero en comparación con el norte de Europa es un sistema nuevo”, considera el director general de Girod, empresa que ha realizado más de 1.000 proyectos en España desde 2007. Aunque algo empieza a cambiar. Algunas promotoras inmobiliarias, como Aedas Homes o Vía Célere, comienzan a incorporar estos sistemas en sus viviendas. “Aunque requiere de una mayor inversión porque la ejecución de los sondeos o pozos conlleva un importante coste, la geotermia es una solución muy interesante por su alta eficiencia energética que cada vez solicitan más los clientes”, explica Diego Demaría, director de Sostenibilidad de Aedas Homes.

Si de algo ha servido la pandemia ha sido para acercar un poco más esta y otras tecnologías a los consumidores. “Mucha gente se ha dado cuenta de que tener una vivienda confortable y cálida es esencial para mejorar nuestra calidad de vida, incrementar nuestra productividad (si trabajamos desde casa), y, en definitiva, para sentirnos mejor. Conseguir esto en ocasiones no era posible con las instalaciones tradicionales o conseguirlo suponía hacerlo con un coste energético inasumible, lo que ha llevado a millones de hogares españoles a realizar obras de mejora energética en su casa, sustituyendo sus viejos sistemas de climatización por unos más eficientes y rentables, utilizando para ello las energías renovables”, indican en la empresa Energanova, que calcula que en un unifamiliar el coste de una instalación geotérmica está entre 20.000 y 24.000 euros.

La llegada de los fondos europeos impulsará este tipo de instalaciones. De hecho, recientemente se ha aprobado el real decreto de ayudas para la implantación de sistemas térmicos renovables en el sector residencial, en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. “Comparativamente, la ayuda más importante se destina a las instalaciones geotérmicas respecto a otras renovables térmicas”, dice De Gregorio.

Biocombustible para calderas de biomasa.
Biocombustible para calderas de biomasa.GETTY IMAGES

Del gas al hueso de aceituna

Hay otra alternativa económica, eficiente y sostenible a los combustibles fósiles y es la biomasa —huesos de aceituna tratados, pellets de madera certificada, así como cáscara de almendras y de pistachos—, que se quema en chimeneas, estufas y calderas. Se trata de una energía renovable muy barata y no sujeta a oscilaciones de precios como la luz y el gas.

El sistema de calefacción y agua caliente sanitaria funciona de forma similar al gas natural y al gasoil. Consiste en calentar agua a alta temperatura y hacerla circular por un circuito en la vivienda, de forma que los radiadores expulsen el calor contenido en el agua. Una instalación de generación térmica a partir de biomasa en un edificio de pisos se suministra de forma automática utilizando un tornillo sin fin o un sistema neumático que permite introducir los biocombustibles sólidos directamente en la caldera desde un silo. Estos silos se cargan, normalmente cada invierno, mediante camiones. Por esto, su implantación no es posible en edificios con una sala de calderas pequeña. Sí lo es en comunidades de vecinos que sustituyen sus viejas calderas de carbón. “Hemos tenido un crecimiento de este tipo de demandas, sobre todo en Madrid, Salamanca y León”, dice Juan Cabello, director general de Calordom. Y añade: “Casi la mitad de las calderas de carbón que se han transformado en la Comunidad de Madrid han sido por una de biomasa”. Y, aunque tímidamente, se empiezan a ver algunas fincas que sustituyen sus calderas centralizadas de gas o gasóleo por biomasa para ahorrar en la factura, y eso a pesar de las barreras que ponen algunos ayuntamientos. La biomasa permite un ahorro en la factura de un 50% respecto al gas, señala Cabello. Y el coste de la inversión se amortiza en cuatro o cinco años.

Tanto la biomasa como la geotermia permiten obtener la máxima calificación energética de los edificios. Dan a luz pisos de clase A.

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